jueves, 17 de febrero de 2011

Del romanticismo al pragmatismo

“La naturaleza, amigos míos, es el espectáculo más sorprendente que puede mirar el hombre”- Con estas palabras el maestro Don Gregorio se dirige a sus alumnos con el comienzo de la primavera en “La lengua de las mariposas”. Pretende, con ello, incrementar su gusto por aquello que siempre les rodea pero a lo que tan poca atención prestan: intrépidos escarabajos, serpientes de fama desmerecida, verdes helechos, troncos ajados o voraces líquenes ávidos por conquistar el corazón de las rocas forman parte de un espectáculo de luces y sonidos que frecuentemente pasa desapercibido.

Es interesante tomarse unos minutos para analizar cómo la naturaleza ha pasado de ser un recurso vital a casi un estorbo a la hora de decidir dónde vamos a poner los muebles en este planeta del que ilegítimamente nos hemos adueñado. Como una amante ya olvidada, intentamos recordarla y solo vienen a nuestra cabeza algunos rasgos indefinidos y borrosos. A medida que se pierde en el pozo de nuestra memoria vamos construyendo una imagen romántica y poética que nada tiene que ver con su función real: mantenernos vivos.

Dice Richard Heinberg, un ideólogo del decrecimiento, que a la naturaleza solo le importa un tipo de inteligencia, y es aquella que nos permita ver las consecuencias probables de nuestros actos en relación a las perspectivas de supervivencia para poder así modificarlos en concordancia. Sin embargo, la inteligencia de la que tanta gala hacemos, aquella que nos permite fabricar videocámaras y escudos antimisiles nos pone a una altura intelectual equiparable a la de las levaduras: las pones en una botella con mosto y se comen rápidamente el azúcar que este contiene, consumiendo su única fuente de energía. Acto seguido excretarán un producto residual, el alcohol, que las envenenará y terminará con sus vidas. El trágico drama de las levaduras no deja de recordarme a nuestra propia existencia.

El tiempo apremia y va siendo hora de que despojemos a la naturaleza de esa imagen retórica y superflua por la que correteaba Pocahontas con sugerentes y anacrónicos vestidos y empezar a verla como lo que es, un macroentorno que nos mantiene con vida mientras le sea posible. No sobreestimemos su poder pensando que nuestras infantiles fechorías poseen rápido arreglo, y empecemos a supeditar nuestros intereses a la que antaño fue conocida como Pacha Mama (Madre Tierra). Un respeto a nuestros mayores.

Alberto Dean

1 comentario:

  1. Interesante reflexion sobre el origen y la percepcion de la vida en todos sus ámbitos. Un besito y a cuidarse!!

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