miércoles, 11 de enero de 2012

¿Y ahora qué hago?

Ya no somos animales. O, si lo somos, pocos trazos quedan de nuestro salvaje pasado. Algunos creen que, pese a la lejanía de esa naturaleza, aún conservamos en el subsuelo de nuestra memoria retales de recuerdos en los que dormíamos al raso o batallábamos por un trozo de carne cruda. Recuerdos sepultados bajo un torrente de civilización y racionalidad. Los mecanismos de supervivencia se vieron paulatinamente sustituidos por lo del trabajo, la subsistencia dio paso a la producción, y pasamos de trabajar para vivir a vivir para trabajar.

Asentamos nuestra civilización sobre esa premisa, alentada por las ansias de progreso y desarrollo, y dimos por descontada la base de la pirámide de Maslow. Desde la infancia somos programados y predispuestos a abrazar la cultura del trabajo, centro gravitacional de la gran mayoría de nuestras decisiones vitales, y relegamos a un segundo o tercer plano la gestión del tiempo que no invertimos en nuestro empleo. Así, el crecimiento exponencial del paro ha propiciado entre los afectados un vacío personal en el que hay que enfrentarse a una realidad que ha perdido la cimentación y que se muestra aparentemente caótica y confusa, carentes de una labor social que vertebre las horas y justifique la pertenencia a la  comunidad.

En este contexto es fundamental saber renovarse, mejorar nuestra competitividad y desarrollar técnicas que nos permitan mostrar lo mejor de nosotros en las entrevistas de trabajo, pero también es imprescindible aprender a gestionar el tiempo que no dedicamos a la búsqueda de trabajo. En una sociedad acostumbrada a vincular el ocio al consumo la receta no parece fácil, pero se deberá apelar a la creatividad para confeccionar nuevos modelos de entretenimiento en los que ocupar nuestro tiempo de forma continuada, incluso una vez obtenido el anhelado empleo. Debemos aprovechar esta oportunidad para modificar y reconfigurar nuestro esquema vital, equilibrando la balanza del tiempo que dedicamos al trabajo y al ocio. Toda crisis implica un cambio, y de nosotros depende que sea positivo.