A veces suceden cosas que uno no se explica muy bien. No solo desafían a las leyes de la lógica, sino que las torean con un arte que deja boquiabierta a toda la grada. La cronología de esta broma a largo plazo comienza el 26 de diciembre del 2006 con la promulgación de la primera Ley Antitabaco. En ella comienzan las primeras restricciones asociadas a los lugares donde se puede y no se puede fumar, incluyendo aquí lugares de trabajo y centros culturales. Además, se establecen también aquí las zonas de fumadores, espacios con separación física financiados por los propietarios. Pasan tan solo cinco años y se aprueba una nueva ley, la Ley Antitabaco 2011, esta vez altamente restrictiva y donde se anulan tales espacios, con lo que comprendería que algún que otro inversor en “zonas de fumadores” ande un poco cabreado con tan drástico giro en la hoja de ruta del Gobierno por atajar el tabaquismo.

Con todo, a uno no le resulta demasiado difícil comprar tabaco tanto en bares como en estancos. El sistema de “control” por botón no parece resultar demasiado efectivo y los camareros no tienen por qué ejercer de guardias de nadie, bien aprendida la lección, la mayoría de ellos apenas calculan mentalmente la edad del adolescente que les pide cambio. Es decir, en el proceso de la compra se han hecho vagos intentos por regularla, podríamos decir que casi nulos, mientras que en el momento del consumo las políticas adoptadas son asombrosamente restrictivas. En cuanto al proceso de fabricación mejor ni hablemos. Así que este panorama me suscita varias preguntas: ¿por qué no se actúa con las tabacaleras con la misma mano dura que se actúa con los consumidores? ¿qué tipo de intereses hay en juego para que un hecho tan evidente como es la muerte de 1.200 personas al día en el mundo no canalice vías de actuación directa contra el proceso de compra? ¿es acaso restringir el consumo una forma de lavarse las manos frente a este lento genocidio? ¿Por qué no se presiona a los fabricantes para reducir las dosis de nicotina y alquitrán?
“No pido disculpas por la nicotina —dijo un directivo de la industria del tabaco hace algunos años—Es lo que hace crecer el negocio, lo que nos asegura la clientela”. La táctica es efectiva. “Con niveles altos de nicotina —confirma la publicación holandesa Roken Welbeschouwd — se logra crear adicción más deprisa; después se reducen gradualmente tales niveles para que aumente el consumo y las ventas”. Pero como dijo Upton Sinclair, "Es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda". Por cierto, yo fumo.
Alberto Dean
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