jueves, 17 de febrero de 2011

Y nosotros, ¿por qué no?

Esta mañana me encontraba pasando por el centro de Bruselas, ciudad donde estoy cursando mi Erasmus, y se me antojó acercarme a ver el Manneken Pis. Para aquellos que no lo conozcáis se trata de una pequeña estatuilla situada en la zona del centro y por la que los belgas sienten especial devoción: un sucedáneo de querubín haciendo pis y con una altura próxima a los cincuenta centímetros. Cuando he llegado ahí me ha sorprendido lo simple y básica que resulta la obra en cuestión, por lo que también me ha sorprendido que no haya una tienda de souvenirs que se precie en Bruselas que no tenga llaveros, figuras de chocolate y camisetas con el niño de la meada larga.

Aunque mi juicio al principio ha sido “estos belgas se sorprenden con cualquier cosa”, dándole vueltas me he dado cuenta de que en realidad se trata de una genuina estrategia de marketing, despertando el interés de los turistas con tan poco atractiva atracción.
Pasta italiana, vinos franceses, el Big Ben, la Torre Eiffel, la mozzarella di bufala o el chocolate belga. Todos ellos son muestras claras de los resultados de algo que podríamos llamar MKT internacional. Se trata de iconos de todo tipo (gastronómicos, monumentales, arquitectónicos, etc.) que centrifugan a miles de personas a su alrededor porque son conscientes del interés que pueden llegar a generar con las claves de comunicación necesarias.
Sin embargo, y he aquí el quid de la cuestión, en España parecemos estar carentes de tales ambiciones y nuestros complejos funcionan a modo de cadenas ancladas al pasado. Somos el país que aprovecha el rebufo de la Europa más avanzada, los que más turistas exportamos y más productos importamos, el país de las oportunidades perdidas. Somos playa, toros, tortilla de patatas y paella, pero la iniciativa particular que ofrezca algo más que tan manidos reclamos está totalmente estancada. El pánico escénico no nos deja mover ficha, pero renovarse o morir es la oración que todo país dependiente del turismo debería rezar. Puede que vaya siendo hora de lavarnos la cara y encontrar el valor comercial de aquellas cosas que consideramos cotidianas (hace poco una amiga me comentaba que le encanta el chocolate con churros pero que en su Alemania natal no hay manera de encontrarlos).

Dice Ferrán Adriá, como embajador gastronómico en el extranjero, que es el momento de promocionar productos españoles más allá de nuestras fronteras, pero no nos quedemos en la cocina y vayamos un poco más allá.

Por cierto, yo ya tengo mi llavero del Manneken Pis.

Alberto Dean

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